viernes, 29 de abril de 2011

Homosexualidad hegemónica y cambio cultural. Algunas reflexiones en torno al foro “Género y diversidad sexual en la realidad universitaria”

El pasado miércoles 20 de abril se realizó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile el foro “Género y diversidad sexual en la realidad universitaria”, en donde se pretendía abordar desde el ámbito universitario las problemáticas de género y sexualidades. Quiero referirme específicamente a las intervenciones de dos de lxs panelistas del foro: Luis Larraín, ingeniero civil de la Universidad Católica y ex asesor de la Secretaría General de la Presidencia (período 2010-2011), y Rolando Jiménez, presidente del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH).

Luis Larraín, conocido por ser el rostro visible de la campaña presidencial de Sebastián Piñera, dedicó la mayor parte de su intervención a hablar sobre su “salida del clóset” durante su estadía en la universidad, para luego reivindicar el poder de las redes sociales en tanto instrumentos de cambio sociocultural, ya que a través de ellas es posible denunciar la homofobia y promover la integración.

Rolando Jiménez, en tanto, habló sobre la labor social del MOVILH, sobre el “gran cambio cultural” que éste ha generado en el país durante los últimos 20 años, que las cosas avanzan bien, que él ve el vaso “medio lleno” (lo que me parece terrible) y que es un gran logro que Allamand haya puesto sobre la mesa el tema de la unión civil y el matrimonio homosexual, entre otras atrocidades en las que ahondaré más adelante.

No es mucho lo que tengo que decir con respecto a la intervención de Luis Larraín. Más allá de que a nadie le importa (en el contexto del foro, al menos) saber si lo aceptaban o no en la universidad, me parece francamente preocupante que para él la lucha (palabra que, por su ideología, él jamás utilizaría) de la diversidad sexual se base en la integración servil no sólo a la sociedad, sino al modelo económico neoliberal. Larraín se adjudicó como triunfo el haber logrado, a través de Twitter, que Agrosuper aceptara en su concurso del día de los enamorados a parejas homosexuales. ¿De qué estamos hablando? Sobre lo mismo, menciona que Twitter es muy útil a la hora de denunciar casos de homofobia. ¿Y cuál es el punto? Su relato no logra dar cuenta de una reflexión en torno al género y a la(s) sexualidad(es); es muy posible que él ni siquiera se haya planteado dicha reflexión por encontrarse en un lugar socialmente privilegiado: el de las clases altas.

No obstante esto, su caso me parece mucho menos preocupante que el de Rolando Jiménez. Son varios los puntos que debo tratar a este respecto:

¿A qué se referirá Rolando Jiménez cuando señala que ve el vaso medio lleno? ¿Qué entenderá por avance? Creo que es muy poco lo que se ha avanzado y que falta un larguísimo trecho por recorrer. Tal vez desde el lugar (biohombre, presidente de una institución LGBT hegemónica) desde el que enuncia, todo se vea maravillosamente bonito, pero en la realidad no es así. Para él significa un avance que Allamand quisiera debatir sobre matrimonio homosexual. Para mí no lo es: es meramente una estrategia política de la derecha, que nada dice sobre un efectivo cambio sociocultural..

Con respecto a esto, ¿de qué cambio cultural está hablando Rolando Jiménez? Sí, se lo concedo: es innegable que hoy en día salen muchxs más maricones y tortas en la tele, la gente se muestra más “open mind”[1], la marcha de septiembre convoca más de diez mil personas, etc. Pero esto no sirve de nada si la misma comunidad LGBT sigue posicionando a homosexuales, lesbianas, transexuales y demases en el lugar de la pobre víctima, que lo único que busca es que le hagan un espacio en la sociedad, porque “somos todxs personas” (¿y para qué ser personas?), además de seguir recalcando que, a pesar de su “condición sexual”, siguen siendo hombres o siguen siendo mujeres. Me parece que esto pesa mucho más y que contradice completamente la idea del cambio cultural. El cambio cultural es inexistente, nunca ha habido tal cambio cultural, y no lo habrá mientras la comunidad LGBT siga victimizándose e intentando entrar a un sistema ya establecido y que impone un género desde el momento en que se nace, además de controlar potentemente la sexualidad de lxs sujetxs.

Este asunto de la integración se ve en distintas mociones del MOVILH, de las cuales la más representativa es el proyecto de matrimonio civil homosexual. Me parece maravilloso que todxs tengamos los mismos derechos, pero… ¿cuál es la idea de querer casarse? ¿Ser iguales que lxs heterosexuales? En vez de exigir a gritos el matrimonio homosexual (y sólo una vez al año, porque no son capaces de salir a la calle si no es por la marcha gay), deberíamos cuestionar la institución del matrimonio en tanto institución coercitiva, heteronormativa y reguladora de nuestro deseo. El matrimonio obliga a ser fieles, a tener una pareja única por el resto de nuestras vidas, a criar hijos, a inculcarles los valores de la familia (valores que, dicho sea de paso, están determinados por la moral cristiana), y nos otorga el derecho de mirar feo y de reprender a aquellxs que no cumplan con esta normativa. Yo me declaro absolutamente en contra del matrimonio gay y de todo matrimonio posible, y abogo, en su lugar, por el libre ejercicio de nuestras sexualidades. ¿Para qué tener una pareja, si podemos tener dos, tres, diez, miles?

Me parece necesario, en último término, hacer alusión a una frase enunciada por Rolando Jiménez en el foro al que me refiero: “el feminismo no se ha hecho cargo de sus convergencias con las mujeres lesbianas”. ¿De qué feminismo habla? ¿Tiene conocimiento de lo que es el feminismo (más bien, los feminismos)? Si bien existen varios feminismos con los que no comulgo, me parece que esta frase es extremadamente irresponsable y que Rolando Jiménez, al decirla, desconoce e invalida el trabajo de muchos colectivos lésbico-feministas que vienen trabajando hace muchos años en el país.

Cuestiono profundamente la representatividad del MOVILH y de Rolando Jiménez en particular. Creo que la lucha política de esta revolución sexual (no hablaré de “diversidad”, porque desconfío del concepto) no se acaba en la exigencia de iguales derechos en el Parlamento. Que el presidente de una de las organizaciones LGBT más importantes a nivel nacional crea que la política se agota en la exigencia de derechos me parece grave. Porque la lucha es en el día a día: crear conciencia en la pobla es político, una performance es política, desnudarse es político, converger con otras luchas sociales (la de lxs mapuche, la de lxs presxs políticxs, la de las mujeres pobladoras, y tantas otras) es político. Por otra parte, concebir la sexualidad tal como la entienden Rolando Jiménez y Luis Larraín implica la exclusión de prácticas sexuales y sexualidades periféricas; implica pensar que las sexualidades son naturales y estáticas, que no existe la posibilidad de abrirse a devenires sexuales múltiples. Es adoptar la postura más cómoda: la de la integración y la inclusión. Es victimizarse y obtener beneficios de ello, porque es súper fácil tildar de homofóbicx a cualquiera que piense distinto. Es contribuir al statu quo, dejar la mierda tal y como está, sin cuestionar nada. Es, finalmente, seguir legitimando la existencia del clóset, construcción sociocultural opresora que define cuáles sexualidades son válidas y cuáles no lo son, en función de un criterio arbitrario establecido hace cientos de años, y que ideologías como el cristianismo y el fascismo contribuyen a acentuar. Y la solución, estoy convencidx, está en destruir ese clóset. Creo que hacia allá debe apuntar nuestra lucha política: hacia la liberación de las trabas impuestas por las sexualidades “normales” hegemónicas y el género, para que cada unx de nosotrxs, en tanto sujetxs autónomxs, podamos decidir libremente qué es lo que queremos para nosotrxs y para nuestros cuerpos.


[1] Este concepto da para mucha discusión; por el momento, sólo digo que desconfiemos de él, ya que posee un componente ideológico muy marcado: el de la heteronormatividad.

viernes, 22 de abril de 2011

Nota al margen

El feminismo es una revolución, no un reordenamiento de consignas de marketing, ni una ola de promoción de la felación o del intercambio de parejas, ni tampoco una cuestión de aumentar el segundo sueldo. El feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres pero también para los hombres y para todos los demás. Una revolución que ya ha comenzado. Una visión del mundo, una opción. No se trata de oponer las pequeñas ventajas de las mujeres a los pequeños derechos adquiridos de los hombres, sino de dinamitarlo todo.

Virginie Despentes