Subió en la penúltima estación.
Lo vi y subí.
Subí y subí hasta topar las negras nubes de Santiago Centro. Subí cual estudiante promedio fumando cigarrillos después de alucinógenos en el parque almagro. Y lo vi todo, lo tuve todo. Ahí estaba tata Dios en angelical orgía con ángeles desnudos que bebían la sangre de Cristo con gran gozo. Quién creería que Dios era bisexual. Será. Vi cosas. Te vi a ti en esa estación que parecía tan lejana y tan cercana en ese Cielo, donde se podía ver todo, tan nítido, tan nada. Te veía mirarme con extrañeza y con recelo, con cara de qué weá está mirando este maricón reculiao. Y me preguntaste la hora con una voz pasada a parque forestal. Y lloré, lloré por dentro, porque era la penúltima estación y quedaba tan poco. Mis ojos lo miraron con lujuriosa ternura, y me escuché decir "las siete veinte" y a él diciendo gracias con sus ojos desdeñosos pero hermosos, y con su voz de fore que sonaba extrañamente varonil. Entonces la perra reculiá dio el aviso de estación terminal. Te bajaste y yo también. Y casi bajé, pero seguía como volado. Entonces sólo te seguí y te tomé la mano, con violencia quizás, quizás no. Fue al revés; yo iba subiendo las escaleras y bajando, y tú me sujetaste la mano firmemente, y yo me quejé con doloroso placer. Me miraste y te miré con detención. Nos preguntamos "¿a dónde vas?" y nos reímos. Volví a subir mientras hablábamos y nos mirábamos fogosamente. Trataste de besarme, pero despertaste.
Sí, despertaste. Y caí, como si estuviera en un pozo sin fondo.
Me lloraste, te lloré.
Y desperté yo también, pero desperté de mi sueño despierto. Fui al baño y vomité, y saliste tú y la estación de metro y la perra que nos cagó ese momento y las escaleras y el olor a pito del almagro y el suelo sin pasto del forestal y mis entrañas y pico conchetumare. Me miré. Me miré y no me miré, porque en realidad no estaba, porque no había ni una weá. NADA.
Lo vi y subí.
Subí y subí hasta topar las negras nubes de Santiago Centro. Subí cual estudiante promedio fumando cigarrillos después de alucinógenos en el parque almagro. Y lo vi todo, lo tuve todo. Ahí estaba tata Dios en angelical orgía con ángeles desnudos que bebían la sangre de Cristo con gran gozo. Quién creería que Dios era bisexual. Será. Vi cosas. Te vi a ti en esa estación que parecía tan lejana y tan cercana en ese Cielo, donde se podía ver todo, tan nítido, tan nada. Te veía mirarme con extrañeza y con recelo, con cara de qué weá está mirando este maricón reculiao. Y me preguntaste la hora con una voz pasada a parque forestal. Y lloré, lloré por dentro, porque era la penúltima estación y quedaba tan poco. Mis ojos lo miraron con lujuriosa ternura, y me escuché decir "las siete veinte" y a él diciendo gracias con sus ojos desdeñosos pero hermosos, y con su voz de fore que sonaba extrañamente varonil. Entonces la perra reculiá dio el aviso de estación terminal. Te bajaste y yo también. Y casi bajé, pero seguía como volado. Entonces sólo te seguí y te tomé la mano, con violencia quizás, quizás no. Fue al revés; yo iba subiendo las escaleras y bajando, y tú me sujetaste la mano firmemente, y yo me quejé con doloroso placer. Me miraste y te miré con detención. Nos preguntamos "¿a dónde vas?" y nos reímos. Volví a subir mientras hablábamos y nos mirábamos fogosamente. Trataste de besarme, pero despertaste.
Sí, despertaste. Y caí, como si estuviera en un pozo sin fondo.
Me lloraste, te lloré.
Y desperté yo también, pero desperté de mi sueño despierto. Fui al baño y vomité, y saliste tú y la estación de metro y la perra que nos cagó ese momento y las escaleras y el olor a pito del almagro y el suelo sin pasto del forestal y mis entrañas y pico conchetumare. Me miré. Me miré y no me miré, porque en realidad no estaba, porque no había ni una weá. NADA.
1 comentario:
emo xD
Publicar un comentario